14 nov 2006

El sueño lúcido

Soñemos, alma, soñemos
otra vez; pero ha de ser
con atención y consejo
de que hemos de despertar
de este gusto al mejor tiempo (…)
Y con esta prevención,
de que cuando fuese cierto,
es todo el poder prestado
y ha de volverse a su dueño,
atrevámonos a todo…

“La vida es Sueño”
Calderón de la Barca

La expresión más evidente de nuestra capacidad creativa es el sueño. Sin pedir permiso el mundo onírico abre la puerta y estamos invitados a la reinvención del mundo real, del mundo que nos es dado durante la vigilia. Pero lo soñado va más allá de la realidad que le dio origen. Como las obras de arte, como los juegos, los sueños construyen mundos más propios, mundos que, de la mano de la subjetividad, se levantan heroicos a la altura de la “objetividad” del mundo tangible y común para todos. Los sueños no son “restos” de la vigilia, sino su entera reconstrucción, su re-creación a partir de “sistemas”, “lógicas” y “razones” que yacen en lo más obscuro del inconsciente.

El hombre sabio

Muchos caemos en la tentación, alguna vez, del uso indiscriminado de la inteligencia, como si fuera ésta un fin en sí misma. Caemos también en el espejismo soberbio de que aquél que domina el discurso, domina a los demás, ya que por obra del logos es más poderoso que ellos. El hombre que habla tiende a menospreciar a los que honran el silencio. Pero es, como lo digo, un pecado de soberbia, quizá el pecado más humano (habrase visto un ser que sin ser dios, puede hablar sobre los dioses, y crear como los dioses). Incluso la inteligencia está, o debiera estar, al servicio de un fin más grande, menos egoísta que el saberse inteligente.

La vida poética

Hay un enajenado potencial en cada uno de nosotros. Sobre todo en los que tienen el hábito de hacer cuestionamientos. Los curiosos estamos condenados a llevar las preguntas hasta el límite de lo que podemos entender, estamos condenados a una última respuesta: el vacío, la nada, la muerte. El ímpetu optimista inicial del curioso se ve aniquilado por una pesadumbre existencial que no le permite ya encontrar el picante sazón en su arte de inmiscuirse con el todo. El sinsentido último a que conducen todas las dudas (el sinsentido de la muerte, de la finitud) es un reto para la cordura de todo entusiasta preguntador. Pero es sólo eso, un reto, no todo está perdido.

1 nov 2006

El arte

"¿Palabras? Sí, de aire,
y en el aire perdidas.
déjame que me pierda entre palabras,
déjame ser el aire en unos labios
un soplo vagabundo sin contornos
que el aire desvanece.
También la luz en sí misma se pierde"

–Octavio Paz

Aventurero, corrosivo es el destino del poeta, del creador. Volátil juguetea en su espacio poético que es su mundo entero, el mundo donde todo lo suyo está permitido. Dueño o esclavo de su creación, es uno con ella. El poema, la sinfonía, el cuadro, el texto, la obra en general, es la casa del creador, deviene su sostén como el hijo que en la madurez regresa a sus padres un poco del cuidado recibido en la infancia. El artista vive perenne en su creación como el padre en el hijo por el milagro de la genética. En la obra está bien el creador, encuentra en ella la seguridad de la pertenencia, lo que es suyo y a la vez aquello de lo que él es parte. La obra es la casa y la familia; el lugar propio.