22 jun 2017

Am Rand

Terminaron las solemnes conferencias, los seminarios llenos de almas consolidadas, que en ese momento y por obra de las emanaciones de su boca ya estaban modelando el futuro. Terminó la armonía dictada por la batuta de la gran hormiga roja. Entonces todos los becarios por la salvación del mundo se despeinaron, se quitaron algo de ropa y se tiraron al lago. ¡Lo de bien que debía caer un chapuzón luego de tanta parsimonia veraniega!

¡Cómo los envidiaba entonces! Y no sabía qué envidiaba más: si la frescura que había impregnado de esperanza los salones o los chapoteos de los elegidos bajo un sol condescendiente  y puro.

"Ich bleibe immer am Rand", escribió en su cuaderno, hasta donde salpicaron unas gotas los alegres nadadores, sin notar siquiera la ruptura entre ellos y su observadora. Con tal de no agrandar la extrañeza se quitó los zapatos y hundió los pies en el agua. Ellos se alejaron de la orilla hasta que sus voces fueron un murmullo que la adormilaba.

No habría revelaciones ni golpes de timón ni encrucijadas. Ella nunca saltaría y los hijos del mundo nunca vendrían a buscarla.

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