2 jul 2019

Todo por la música

¿Cuántos siglos habrás llevado esa guitarra que te ha deformado la estampa y tal vez el alma? Me imagino que fue ella la culpable de tu dolorosa figura de alambre y de tu voz, incapaz de emitir melodía alguna. Fue ella el origen de tu infortunio, eco de tu cuerpo.

Quizás hace solo un puñado de años eras todavía ese joven hoy sepultado detrás de la perilla de estropajo, detrás de la encorvadura y los hombros en picada, detrás de tu sonora monotonía que hace de todas las canciónes una variación temporal de la misma nota, de la botella que asoma desvergonzada por tu mochila, de las horas que llevas tocando sin ser escuchado, sin ser percibido siquiera (pero ¿qué quieres...?)

La imagen de ti en esa calle de poca sombra -paseo de diosas griegas en tacón de punta y exceso de maquillaje tras lentes nacarados- es seguramente lo que eres. ¿Pero qué imagen te describiría como fuiste antes de que ella te marcara de desgracia? ¿Sería la imagen de un niño polvoriento y colorado o la de un chico citadino que -sin pena ni gloria- recibe para un helado esas monedas que no llegan ahora a pesar de todos los sudores enfadados del mediodía?

¿Serías tú, chico del alma monocorde, un niño con música en la mirada?