18 dic 2006

El sueño lúcido (tercera parte)

El sueño y la vigilia sin duda se parecen. En ambos nos es dado un mundo ajeno y arbitrario, sobre el cual hemos de actuar irremediablemente. Antes hablábamos de la posibilidad del sueño lúcido, esto es, de saber que soñamos y por lo tanto realizar todas las acciones que el sueño nos permita. Así puede hacerse también durante la vigilia. Ser lúcido se trata de saber dónde estamos parados, de ver la justa dimensión de todas las cosas, reconocer que soñamos o que vivimos y lo que eso implica. Si durante el sueño el hombre lúcido es capaz de todo, durante la vigilia es capaz de todo lo posible.


La lucidez diurna implica el reconocimiento de lo que somos y lo que hay a nuestro alrededor, es así que para ser lúcidos necesitamos pasar revista a nuestra vida cotidiana y detectar los hechos que han ido marcándola, consciente o inconscientemente. Podría decirse que el camino a la lucidez es también el del autoconocimiento y podemos empezar, según Jodorowsky, “por distinguir nuestra percepción subjetiva del día de su realidad objetiva. Cuando ya hemos dejado de confundirlas, somos capaces de asistir como espectadores al desarrollo de la jornada, sin dejarnos influir por juicios o apreciaciones”. La invitación es entonces a tomar la realidad por entero, dejando al lado nuestra óptica moral individual o colectiva, nuestras emociones y juicios sobre lo que el mundo y nosotros debiéramos ser, y adoptando en cambio la posición del observador, un ente sano, porque no es parte de la enfermedad, un ente lúcido porque no está comprometido con ninguna exigencia de la realidad. El resultado apunta siempre a la vida libre:

“Puesto que soñamos nuestra vida, vamos a interpretarla y descubrir lo que trata de decirnos, los mensajes que trata de transmitirnos, hasta transformarla en sueño lúcido. Una vez conseguida la lucidez, tendremos libertad para actuar sobre la realidad, sabiendo que si sólo tratamos de satisfacer nuestros deseos egoístas, seremos arrastrados, perderemos la ecuanimidad, el control, y, por lo tanto, la posibilidad de hacer un acto verdadero. Para que podamos divertirnos actuando, tanto en el sueño nocturno como en este sueño diurno que llamamos vida, hemos de estar cada vez menos implicados”*.

dasxsein@gmail.com


*Alejandro Jodorowsky, Psicomagia. Una terapia pánica. Seix Barral 1995.

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