25 jun 2007

Las dos vías del misterio

Poesía y silencio

Muchas son las referencias que se han hecho a las experiencias místicas. Momentos en que se experimenta la plenitud de ser, que se entrevé un más allá del mundo sensorial, en que el mundo interno, eso a lo que hemos reconocido como nuestro espíritu, se manifiesta enseñoreado, superior a la realidad externa y física que nos circunda. En términos de la teología, el misticismo es una relación íntima y constante que sostiene el hombre con dios y que en un determinado momento puede experimentarse y reafirmarse en un acto supremo, conocido como el “éxtasis”, momento en que el hombre regresa al seno de lo divino.
La semejanza entre dos experiencias a las que se ha dado el nombre de “éxtasis religioso” y “éxtasis poético” ha sido señalada ya por varios autores. En términos laicos se habla también de un posible misticismo, que se traduce en la relación del hombre con el todo y cuyo ‘éxtasis’ consistiría en la identificación entre el mundo interno y el externo. En ambos casos, el éxtasis se relaciona con la experiencia de un gran gozo, proveniente de la sensación de armonía entre el individuo y un ‘ente’ superior, ya sea dios, ya sea el mundo como totalidad.
¿Qué puede hacerse con una experiencia de tal talante que, de acuerdo a estos parámetros podría nombrarse como sobrenatural? Los místicos han escogido, en la mayoría de los casos, el silencio. Sin embargo, en ocasiones han intentado transmitir su vivencia, como una forma de comunión con la humanidad, y han recurrido a la poesía.
El místico y el poeta son el mejor ejemplo de que se puede hablar de lo que no se conoce, de que se puede hablar de dios y todo aquello que catalogamos como “sobrenatural” por exceder los límites de nuestras experiencias sensoriales.
De lo desconocido no puede hablarse, sin embargo, con autoridad. Para hablar de lo que no se sabe, de lo que no hay evidencia posible pero que se experimenta internamente, es ilegítimo recurrir a la doctrina, a la norma o incluso al discurso persuasivo.
La poesía, el discurso creador, estético y extático, es el medio auténtico de la palabra para transmitir lo que en primera instancia es incomunicable. La única vía alterna es el silencio.

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