11 feb 2008

El loco



Ha abandonado la patria común de la cordura y está solo. No hay más forma de vida para él que no sea la de andar errante, vagabundo. En su andar no lo orienta el camino firme debajo de sus pies sino la ignota ruta astral por encima de su cabeza. El loco desvía la atención de los hombres para dirigirla hacia el cosmos, hacia el mundo infinito que yace dentro de cada uno de nosotros y que a la vez nos observa desde afuera, en la naturaleza, en el firmamento. Su mirada está extraviada, pues tiene ahora alcances macro y microscópicos.

Ya nadie puede comprenderlo. Los significados de las cosas son tan personales, tan auténticos, tan vacíos de connotaciones sociales, tan inocentes de las historias, las culturas y los refinamientos, que existen en la medida única de su propio entendimiento.
El mundo está más presente que nunca. Se impone ante él, lo seduce y lo envuelve vertiginosamente sin intermediarios esta vez, sin lenguaje alguno de por medio, sin asideros con forma de certeza, sin caras familiares. El loco re aprenderá al mundo; ha vuelto a nacer en un mundo original.
Su única compañía, su único vínculo con el mundo pasado es un recuerdo, un miedo canino que lo sigue muy de cerca, casi mordiéndole la pierna. Pero el loco ha logrado domesticarlo y dejarse acompañar por él: ha logrado amar a su rabiosa y dentada mascota. Ese miedo domado es acaso su único lazo con el mundo de los hombres; es su único lazo con el mundo de sí mismo. Y es que el loco no conservará de su vida pasada ni siquiera su propio ego.
Singular artista de sí mismo, se desliga de la necesidad. En esta nueva dimensión de sí mismo todo es posible y nada necesario. Ya no hay fines ni metas que alcanzar, más allá de ser –plena coherencia de una vida-. Su vida se ha sumergido entonces en una dimensión lúdica. El tiempo y el espacio, cuyo hilado constituye nuestro cordón umbilical con el mundo de los hombres, se transforman también para el loco. El tiempo es más volátil, pues el loco ha olvidado preocuparse por cumplir tareas en horarios prefijados. El espacio se abre y se cierra. Es apenas un escenario donde se realiza una obra sin autor y con un público siempre atónito e y nunca indulgente.

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