27 feb 2008

La frustración

Madre frustración que con tormentosa pero al fin cálida mano acaricia cada noche nuestros cabellos, antes de dormir. Soberana frustración que reina en tantas almas, sosteniéndolas como el engrane invisible y maestro.
Frustración vigía que tan al pendiente está de conservar nuestros pasos extraviados. Nos ha enseñado a agachar la cabeza y así evitar toparnos con el mundo de las infinitas posibilidades, y a la par evita también que descubramos su desfigurado rostro. Faro frustración que nos recuerda siempre la ruta de regreso al hogar vacío de la desesperanza. Faro siempre alerta que alumbra los caminos pasados del error y cielos vírgenes de auroras.


Hermana frustración que con su semejanza nos envuelve en consuelos cándidos y amargos como ella misma. Verdad es que quiere transformarnos en ella misma, consumar nuestro terrible y largo idilio bajo las nupcias del total abandono ¿Cómo podremos resistirla? Estamos acostumbrados a ella como a nuestras manos vacías (que son manos llenas de su abismo). Estamos unidos a ella como a la catástrofe de un pensamiento; cosidos a ella como al recuerdo de un fracaso; enamorados de ella como de un noble sentimiento humillado.
Con qué dulzura nos ha mecido tan cerca de su blando pecho, con qué fineza nos hipnotiza para acogernos en su regazo cada vez que volvemos ávidos de tranquilidad luego de un gran esfuerzo. Con qué paciencia nos ha acogido una y otra vez tras la derrota, para luego plantarse firme a nuestro lado, benévola, indulgente ante todos nuestros propósitos emergentes. “Ya pasará”, parece querer decirnos cada vez que una nueva ocurrencia de triunfo nos aparta de nuestro holgazán sosiego a su lado.
No será fácil separarnos de tan fiel y seductora compañera. Pero como en toda patología funcional, como en toda relación enfermiza, conservamos sin duda aunque sea un débil recuerdo de la libertad, de nuestro amor individual. Justo es decirle a esta “madre cloaca”* que no le pertenecemos ni nos pertenece. Y luego, como a toda buena madre sobre protectora, como a toda buena compañía sofocante, habremos de redimirla con póstumo desprecio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

los arriolos y los zarzalejos......