10 mar 2008

La angustia

Amenaza escondida dentro de nosotros mismos pero originada siempre en el contexto del enfrentamiento con lo otro, con todo eso que de manera cabal no podemos comprender o apresar de manera totalitaria. Amenaza que nos invoca en forma negativa desde el cielo o desde el cosmos o desde el todo o desde la negación del todo que es la muerte.



“La angustia revela la nada”, dice M. Heidegger, y justamente hace esto porque ella misma está hecha de nada, motivada por nada, referida a nada. La angustia no está emparentada con algo, es decir, con algún objeto físico o abstracto, real o imaginario.
Por esto mismo, por no estar asociada a ningún algo, es que no hay mucho que decir al respecto de la angustia (o mejor aún, no hay mucho que decirle a la angustia) más allá de que existe y se presenta ocasionalmente en la vida de un hombre. “La angustia nos deja sin palabra. Puesto que lo ente en su totalidad se escapa y precisamente ésa es la manera como nos acosa la nada, en su presencia enmudece toda pretensión de decir que algo es.”Callado roedor de tranquilidades, eficiente impulsor de trascendencias. Si no podemos hablar de ella, también es cierto que podemos hacer algo, no con ella sino a partir de ella. La angustia se torna algunas veces –y quizás este sea un asunto puramente azaroso- en un motor que nos impele a ‘llenar’ la nada con algo, motor para el hacer humano.
Todas las cosas, como nosotros mismos, perecen, desisten en ser lo que eran, dejan de ser. La experiencia del desistir es la experiencia primigenia de la nada y la que, por consiguiente, nos lleva a la angustia. Sin embargo, no desistimos por angustia sino al contrario, actuamos por la angustia provocada por el desistir. Al impulso del desistir, proveniente de la nada, oponemos a veces el impulso del perseverar que, sin embargo, proviene también de la experiencia de la nada.

La angustia no es, entonces, una afección para la cual haya que buscar remedio, culpable u origen. La angustia es llanamente un rasgo característico de la nada que nos permea, y que puede resultar en fenómenos de vida tan disímiles como el carácter de cada hombre pero que, sin embargo nos posibilita el encuentro original con todo lo existente, ya sea lo otro, o nosotros mismos.

*Este texto está basado en el ensayo “Qué es Metafísica”, Traducción de Helena Cortés y Arturo Leyte en Hitos, Heidegger, M., Alianza Editorial, Madrid, 2000, pp. 93-108. Asimismo, todas las citas provienen de dicho ensayo.

No hay comentarios.: