14 jul 2013

Hay hombres

Hay hombres que buscan la verdad en los ríos y los caminos, que fluyen también incansablemente. Huyen siempre de las ciudades y su gente y sus ruidos, hacia la inmensidad cristalina. Ellos también son cristalinos y se ponen tristes como el agua si se estancan. Y como ella tocan todo con caricias breves y llenas de frescura. ¡Dejan tantas piedras tristes a su alegre y despreocupado paso! Su ligereza y su fluir son contagiosos, tanto que las mismas piedras tristes quisieran ser barcos y navegar desorientadamente esas aguas. Pero los barcos tienen miedo a las cascadas.

Hay hombres fijos como anclas, como perros de casa. Su placer es quedarse quietos y contar estrellas. No es que sean sedentarios propiamente, es que se saben atados al movimiento imperceptible de los astros. Por eso echan raíces profundas y crecen firmes como sabinos. Y algún día albergan nidos cálidos y son faros que bendicen a los extraviados. Cobijados por su sombra, los viajeros se contagian de su espíritu contemplativo. Junto a ellos descansan y respiran como si fuera la primera vez.

¡He amado tanto a estos hombres! He deseado seguir sus rutas y franquear estoica su morada. Pero yo no sé si he nacido para ser árbol o ser río. Yo no sé si he nacido...

2 comentarios:

Pferdefuss dijo...

Asirse a esos seres que son árboles o seguir a esos otros que son ríos es al mismo tiempo cercenar nuestras propias raices o estancar nuestras aguas. Es negarnos en esencia. Si. Tienes toda la razon.

Pferdefuss dijo...

Asirse a esos seres que son árboles o seguir a esos otros que son ríos es al mismo tiempo cercenar nuestras propias raices o estancar nuestras aguas. Es negarnos en esencia. Si. Tienes toda la razon.