“Cansado de vivir, con miedo a la muerte,
mi alma está dispuesta a todos los naufragios,
semejante a un esquife, juguete de la mar”.
-Paul Verlaine.
“La vida se crea en el delirio y se deshace en
el hastío.”
-E. M. Cioran.
Negación o contraposición al impulso vital, al instinto de lucha y de transformación, el hastío, sin embargo, no es un atentado contra la vida sino la resignación ante el absurdo de la misma. Sólo se aflige y se atormenta por el enigma de su vida aquel cuyas aspiraciones se han visto recurrentemente humilladas. El que aún se esmera en encontrar el sentido de la vida puede desesperar al grado de atentar contra ella. No puede caer en desesperación el que no tiene, en principio, una esperanza que perder.
El hastío es el reniego silenciado, el resignado entendimiento de la continuidad abrumadora de la existencia; es el fastidio, el hartazgo por el transcurrir. Significa ante todo incredulidad o desinterés por el tiempo (con la muerte que aguarda, incluso el propio tiempo será devorado). El hastiado ha vencido en cierta forma al tiempo. Ha entrevisto a la muerte y se ha instalado en la comodidad de una muerte fabricada. Sólo así puede llegar a curar su miedo a perecer. El que se preocupa por el tiempo, en cambio, tiene la voluntad y la capacidad para actuar. En el hastío, por obra de la cierta profecía de la muerte, se ha roto el lazo que liga a la voluntad con la acción.
Renuncia al esmero, a la creencia, supervivencia patrocinada por el mínimo esfuerzo, entrega a la muerte e intento de escape al sinsentido, de quitarle a la vida la superioridad que le otorga el ser dueña de nosotros y el ser más insondable que nosotros. Paradójicamente, aunque aliado de la muerte, el hastío es perpetuador del principio de conservación, principio de la vida: es estandarte del pacifismo. Sólo en el impulso de lucha por la vida hay necesidad de destrucción, transformación y cambio. Sólo por conservar la vida es que se mata. La vida, para conservarse, destruye; la muerte sostiene lo existente. Lo vivo continúa pereciendo, perdiendo de sí. Lo muerto alcanza la plenitud de no tener ya más qué perder. El hastiado ve su recompensa en esa plenitud negativa.
2 comentarios:
Aunque de temática triste este ha sido articulado con precisión y es por eso que me gustó y me ha traido a dejarte este mensaje... a lo lejos ocasionalmente, te leo.
Hola buen día. Es un agrado encontrarme con esta publicación, puesto que el año pasado me propuse un ambicioso proyecto que guarda relación justamente con las reflexiones que haz hecho, es por ello que me gustaría compartir contigo las reflexiones que he hecho:
Considero que el "yo" tiene su validez y fundamentación en cuanto se concibe como causa, como sujeto agente capaz de dominar la realidad que lo circunda. Pues bien, el sujeto en el hastío ha abandonado la tarea de dirigir su vida para entregarse a las comodidades ofrecidas por el letargo, por la inacción, por la discriminación del verbo. Esto hace que el sujeto se cosifique en tanto su voluntad resulta mermada y la capacidad de decidir se mantiene delimitada por la inmediatez. Pues bien, el sujeto
adquiere su condición de hastiado a causa de -como tu bien dijiste-
"aspiraciones que se han visto recurrentemente humilladas". Sin embargo, me gustaría profundizar y problematizar las causas que hacen del hastiado tal. Según creo, el hastío resulta del miedo como mecanismo de defensa ante la angustia que provoca la angustia del terror...
Pucha me tengo que ir, seguiré escribiendo a ver si podemos intercambiar ideas, que estes muy bien, adios y gracias por tu publicación
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